Durante la
estación de apareamiento los pingüinos se concentran en grandes colonias donde
se reúnen para reproducirse. Aunque pueden convivir juntas diferentes especies,
lo habitual es que estén muy segregadas.
Para llegar a los
lugares preferentes de reproducción, los pingüinos siguen fielmente el camino
de sus predecesores. Estas rutas son a veces realmente complicadas, y se pueden
ver a lo largo de desoladas costas y zonas rocosas. Estas zonas se encuentran en
muchas ocasiones a varios kilómetros del océano.
Las áreas por donde
pasan los pingüinos para incubar se encuentran generalmente muy desgastadas,
formando senderos lisos y bien definidos, incluso en las rocas, barriendo los
guijarros y gastando la vegetación desde la orilla hasta más de un kilómetro
tierra adentro, tras el paso por esos lugares de incontables generaciones de
aves.
La búsqueda de pareja
supone un ritual de exhibiciones. Suelen emitir extraños gritos y según la
especie braman, sacuden la cabeza o levantan las alas en sus llamadas.
La forma de anidar
varía según la especie. Mientras que algunos prefieren refugiarse en lugares
abrigados como madrigueras o huecos en las rocas, otras ni siquiera construyen
nido o incuban directamente a cielo abierto sobre piedras o palos amontonados.
Los pingüinos
Emperador y Rey, curiosamente, utilizan sus patas como soporte del único huevo
que incuban acuclillándose sobre él para darle calor. Otras especies hacen
hoyos para depositar los huevos formando rectángulo de 60 a 90 cm. de hondura,
pero con forma de horno con entrada ancha y muy baja.
Los pingüinos suelen
poner dos huevos parecidos a los de un ganso, el color es más bien entre blanco
y verdoso con pecas pardas, y los periodos de incubación varían según la
especie, que puede ser entre 30 y 37 días o incluso superior a 50 días como es
el caso del pingüino Rey.
Algunas especies son
tan sociables que los huevos pueden llegar a cubrir por completo un espacio de
terreno de 500x50 m. Se dan casos en los cuales los ejemplares más grandes
adoptan por la fuerza los huevos de los más pequeños.
La incubación y
alimentación de los polluelos es en general tarea de ambos sexos. El macho
permanece cerca de la hembra y la reemplaza en el nido, asiduamente se dedica a
cebar a la hembra y polluelos que reciben el alimento regurgitado de su
estómago.
En alguna especie,
como el pingüino Adelia, el macho suele ayunar durante las primeras dos semanas
de incubación, permitiendo que la hembra acuda al mar a alimentarse. Se conocen
casos en que el periodo de ayuno del macho abarca desde la defensa del territorio
en que van a anidar, el de apareamiento, y el de incubación de los huevos.
Cuando la hembra
regresa al nido para tomar el relevo, el macho acude al mar (muchas veces a
kilómetros del nido) para alimentarse y recuperar la grasa perdida. Al regresar
al nido trae alimento en su estómago para los polluelos que van a salir, y que
regurgitará en sus picos.
Otras especies no
experimentan ayunos tan arduos durante el periodo de reproducción. Las que
anidan en zonas próximas al mar pueden desplazarse a diario en busca de comida.
Los
polluelos de pingüino nacen cubiertos por un plumón grisáceo, o con dibujos
blancos o grises suaves.
Según las
especies pueden permanecer confinados en el nido o madriguera durante todo el
periodo que dure la anidación. Mientras tanto son alimentados por sus
progenitores.
Cuando los
polluelos alcanzan un desarrollo en el que no necesitan vigilancia y atención
constante, son agrupados en otras especies, en colonias, donde permanecen
mientras los padres pescan.
Al regreso,
éstos son capaces de reconocer a sus polluelos entre grupos de miles de
individuos; cuando son reconocidos, los polluelos realizan una carrera
persiguiendo a uno de sus progenitores, que suele llegar cargado de comida;
cuando se detiene, regurgita la comida, que ya ha sido digerida en parte, en el
pico del polluelo.
Cuando los
jóvenes pingüinos han adquirido su primer plumaje, entran al mar y se buscan
alimento por sí mismos.
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